jueves, 17 de diciembre de 2009

Poema de Kelly Gavinoser (copyright, 2009)

Hay un puente roto entre las cosas
que parecen ligadas
nadie sabe de la sordera que enajena sus yo
nadie sabe que cada una mira el resto fósil del cordón
que nutrió su claustro madre

y
por eso
(nada más que por eso)
sólo son audibles sus voces ajenas
las que sólo “sirven para consumir”.

Hay un puente roto entre voces sin son
ni hondonadas ígneas

y las que busco
en el juego íntimo de las abrapalabras
en el juego interno de las causas

Hay un puente entrañable entre el pulso acentual
(que es vibración y sangre sonora)
y las arterias arco del poema
que articulan entrañas.

Poema de Kelly Gavinoser (copyright, 2009)

Esta noche de rebotes apagados
no ensancha los bordes del espejo
aún no me veo
todavía no me dibujo en centros
ni repito el mentón
sobre otro cuello
porque lo he descendido
cejijunta sobre el pecho cubierto de abalorios
(éstos me distraen
y salpican el blanco
de mi ojo
hermano)
baratijas donadas por horas banales
como huida de perros que se muerden la cola
(éstos me distraen
y salpican el ocio
infecundo)

Pero en eso el marco refracta su aliento metálico en el orillo
(y la otra pupila
busca el eje perdido
en el desierto)
se hace patrón de mi entrecejo y concentra su doble
no sea cosa que se pierda mi yo en la refracción del viento sur
y se torne contrario al porqué del reflejo
(cuesta trasponer la vereda
de lo opaco)
Esta noche de rebotes apagados
aún no me veo
no debo repetir el mentón
sobre mi cuello
debo despojarlo de abalorios
y (con las mismas yemas)
luego poblarlo con estrellas
en espejo.

Poema de Kelly Gavinoser (copyright, 2009)

Esta noche de rebotes apagados
no ensancha los bordes del espejo
aún no me veo
todavía no me dibujo en centros
ni repito el mentón
sobre otro cuello
porque lo he descendido
cejijunta sobre el pecho cubierto de abalorios
(éstos me distraen
y salpican el blanco
de mi ojo
hermano)
baratijas donadas por horas banales
como huida de perros que se muerden la cola
(éstos me distraen
y salpican el ocio
infecundo)

Pero en eso el marco refracta su aliento metálico en el orillo
(y la otra pupila
busca el eje perdido
en el desierto)
se hace patrón de mi entrecejo y concentra su doble
no sea cosa que se pierda mi yo en la refracción del viento sur
y se torne contrario al porqué del reflejo
(cuesta trasponer la vereda
de lo opaco)
Esta noche de rebotes apagados
aún no me veo
no debo repetir el mentón
sobre mi cuello
debo despojarlo de abalorios
y (con las mismas yemas)
luego poblarlo con estrellas
en espejo.

Poema de Kelly Gavinoser (copyright, 2009)

Hoy
inauguré pájaros sin alas
más arriba de nubes desdentadas.
No me sorprendió el vértigo inestable
(no fueron ellas las autoras)
de sus signos señales
ausentes de la especie.

el a pesar del sí
no
el cambio de designio
(alguien otro los privó del antes).
Fue como si los ángeles desertaran
de custodiar promesas
pero
(sin embargo)
lo alto (les) persiste reino
porque les donó el juego del batir
insolentando el sueño del aire
en el espacio despojado
entonces
fue como si las alas hubieran desistido de ser paradigma
(y flechas directrices)
y nos hubieran negado la oportunidad del símbolo
porque
ni siquiera vive la memoria de Ícaro
(la memoria maestra)
(la memoria del mito).

Mañana
inauguraré alas sin pájaros
buscaré nacientes ángeles
en mis constantes
y en el uno a uno
de mis peldaños
porque
(a pesar de todo)
(a pesar del mundo)
escucho el siempre de sus trinos.

D E C I R . . . N O (del libro "El tiempo suspendido"

“Yo no tengo una canción desesperada” me dije aquel día después de decir lo contrario en lugar del que la cantó hondo y para siempre.

Era un atardecer gris y turbio que se hizo blanco por el aro de luz que lo envolvía porque no hay dudas de que los otros, los todos que allí estaban lo habían aureolado.

Yo estaba allí porque me habían dicho: “ Tenés que decirlo, tenés que vestir tu voz con la canción del grande, el que cruzó las orillas de las montañas para que aquí consagraran su verso, y fue el primero”. Y sin embargo, yo me dije después de las palmas como truenos: “yo no tengo una canción desesperada”, y su canción se me murió por dentro mientras mis miradas recorrían la antipoesía de su rostro, la tosquedad de su cuerpo, la opacidad cadenciosa de esa voz, su voz.

A pesar de, yo estaba allí, a expensas de la voluntad que vivía más allá de la piel y más acá de mis otros tiempos que, sin quererlo, se dibujaban jugando en los ojos atentos, en las bocas cerradas apretadamente para que hasta lo inaudible les llegara y pudieran amasarlo en sus oídos.

Es que yo no quería, pero tuve que recorrer su canción desesperada, tuve que hacer de cuenta de que yo también había escrito los versos más tristes esa noche porque así era el mandato, aunque él, el otro él, estaba conmigo, aunque no podía entender qué pasaba con el grande, tan grandote y feo, tan tosco y rudo, tan antipoético. Pero seguí metida en la piel de sus palabras, seguí diciendo como si fuera él, seguí hasta el final de su final hasta sentir su abrazo y su “¡gracias!”, hasta sentir que debía creer en que mi voz no era prestada, no era aquella cosa que salía del refugio para recorrer su camino como si fuera el mío, como si fuera la transferencia de su estar en el territorio oscuro de no querer saber que él, el grande, era el vocero de las experiencias del mundo.

Y me fui. Pero me fui tanteando pasillos de paredes brillantes, de paredes repletas de palabras, de palabras sostenidas y apretadas unas contra otras, todas llenas de permanencias y promesas, de deseos, de invitaciones, de ganas de que mis manos, mis ojos, mis oídos, mi boca y toda yo, se apoderara de ellas, las absorbiera, las cultivara, las peleara y al fin las aceptara y para siempre. Y me quedé. Y me detuve en cada pared, en cada estante, en cada lomo, y estiré mis manos y fueron uno, dos, tres, seis los que mis brazos pudieron abarcar y fueron uno a uno los que mis ojos pudieron recorrer, los que mis sentidos pudieron percibir, los que mis pensamientos pudieron asimilar, los que mis sentimientos pudieron disfrutar.

Una especial distancia me separó del grande. Una especial canción recorrió todas las yemas de mi cuerpo como si todas mis formas fueran manos que buscaran la salida.

El Ateneo siguió aferrado a la florida ruta permanentemente rumorosa y continúa siendo imán de memorias. Medio siglo de mi decir NO a la canción desesperada. Medio siglo ganado a la distancia.

Kelly Gavinoser (copyright, 2004)

CINCO DEDOS (del libro "El tiempo suspendido")

Juliana sabía que tenía cinco, nada menos que cinco dedos apresando esa cosa rígida y violenta que oprimía el blanco liso de la hoja atribulada y vacía de sesudos rompecabezas para buscadores de ocios.

Decidió entonces que curiosear lo que pasaba entre silencio y silencio era un motivo suficientemente elocuente como para que pasara por alto la estúpida ausencia de novedades y así podría hacer desaparecer la gente que tanto la molestaba a diario y le cortaba lo tantas veces comenzado.

A las 5 y 10 de esa tarde sin vientos salió a patear tachos de basura llenos de hojarascas abandonadas que se disolvieron en la nada del olvido de ser árboles sedientos y siguió.

Andrés se le cruzó en el camino a la estación pedregosa y húmeda y un “Buenas tardes” alegre la obligó a caer en la cuenta de que si no se apuraba perdería el tren de las 6. Le contestó con un ligero “¡Hola!” y se le colgó del brazo porque, evidentemente, apoyada en él, llegaría más rápido y porque no sabía cómo, es cierto, no sabía cómo, no podía visualizar sus zapatos. Sus piernas se perdían en un caminar sin sostén, sin suelo posible.

Un despertador de hojalata se asomó por la ventana de una casa baja, apenas insinuada sobre la calle perpendicular a la estación.

Seis menos ... menos nada ... porque se convirtió en niebla fraudulenta y quisquillosa.

Sus pies sin soportes se movieron autómatas y Andrés, que le decía que desandara los charcos que se hacían rocío y humo a medida que las cuentas del tiempo acortaban las distancias hasta el tren que la desapegaría del no contacto con los silencios del mundo.

Un mate amargo creció desmesuradamente ante sus ojos desvestidos y explotó en un aire pesado y cierto hasta hacerse de transparencias atravesables por los cinco dedos que ahora se extenderán cuando dejen esa cosa rígida y violenta porque algo habrán hecho.


Kelly Gavinoser (copyright, 2004)

CARTA-RESPUESTA A UN POETA EN CIERNES

Preciado amigo:

Me preguntas cuál es mi poética. Yo te diré cómo se nombra, y si nombro, ES.
Se llama sangre con ritmo, pero con ritmo discontinuo.
¿Por qué? Porque es el pulso de este tiempo que se llama destiempo que se busca a sí mismo y apenas balbuceado. Se extiende y se corta, se encabalga y se enrosca en la reiteración incisiva de la anáfora-obsesión, en la sonoridad vocálica que chirría y se abre, que chirría y se cierra, que bosteza y se asombra. Se arrastra rehilante en la líquida múltiple y en la otra se afina tu cuerda, mi cuerda. Y se hace síntesis y soplo, sugerencia nimbada, interior de almendra y de nuez cascada, y perfume de jazmín dama de noche aromando el oroviento de la memoria.
¿Por qué? Porque es también silencios-espacios discontinuos que se aquietan reduciendo el “digo” –para que los sientas–, que se llenan y cubren un tonel de blancos –para que te inquietes–, que juegan creando voces verticales u otras en círculos o como arbolados triángulos, u otras muchas más antiguas, pero –oh, paradoja– como insignificativos edificios angostos y parejos –para que te aburras.
Porque –¿sabes?– el espacio significa y mucho, tantas veces más que el “digo” y, tantas otras, continúa la música del “digo”: esa cuerda que sigue vibrando entre palabras, ese oxímoron inefable del silencio sonoro.
Quieres saber cuál es mi poética.
Te respondo que no es sólo sustantiva: no es sólo nombrar palabras como objetos, aun caros, aun sagrados, aun extrañados –desde esa distancia irremediable del extrañamiento–, aun amados, aun repudiados, aun abstraídos de la vida o de la muerte, de lo real real o de lo supuesto o visionado.
Mi poética es también adjetiva, aunque mate, aunque no dé vida. Porque responde a la necesidad de la añadidura, de la agregación, de la estela por sobre la que se desliza lo que es prolongación del aliento que necesita hacerse visible en los espejos de las bocas-palabras, ese aliento que necesita empañarlos para ser corpóreo, vivo.
Mi poética es también adverbial porque es espacio-tiempo –discontinuo–, porque es causa y es fin, y es instrumento y es compañía: la tuya.
Por esto mi poética es también verbal: porque es estado y es esencia y es sangre, esta que me corre y recorre dentro de este pulso –discontinuo– que juega a ser palabra.

Kelly Gavinoser















¿....................?


Si supiera qué es la poesía
rompería la caja de sorpresas
que desvela mis horas nocturnales.

Una suerte de volar rasante
ataca a veces el nudo de mi verso
y lloro en el misterio de la ausencia
por la elipsis que vacía mi universo.

Muchas veces la palabra enana
se desliza de mi yo expectante
y aunque la castigue entre mis labios
surge pobre, niña, vacilante.

Otras tantas resisto la carencia
descasillando la voz reiterativa
y la enredo persistente entre los tiempos
que entreteje mi lámpara votiva.

Juega la tradición al fin del verso.
Me divierto en probar como éste rima.
Atrapa el significante la cadencia
y deja insistente que lo oprima.

Y el juego me reimplanta en el recuerdo,
de tanto poeta-palabra y hecho historia.
Si supiera qué es la poesía
Rompería el canal de la memoria.


Kelly Gavinoser

domingo, 13 de diciembre de 2009

Metapoema II de Kelly Gavinoser (copyright, 2009)

No hay poema sin realidad transpuesta
sin lenguaje anclado en los acentos
que caen en el preciso centro del instante
palabra
palabra que viste sus espacios-tiempos
y guiños-formas
y colores y capullos
y alas y nubes
claroscuros
pausas y ornas
de la voz
hecha símbolo y metáfora
y,
tal vez,
perpetua alegoría del silencio.

Metapoema (poema de Kelly Gavinoser, copyright, 2009)

El poema
aventura del destiempo
apenas un rayo huérfano del haz
un reflejo desvaído
coloquio murmúreo
emigrante de la primeridad del balbuceo inevitable
y de la inicial bocanada de algo así como medio patrón de espacio-carne

El poema
aventura de un corte y una pausa
en la distancia blanca
de programas márgenes
un intento de abreviación inquieta que aspira al liderazgo de las semi-palabras
un antijurídico emblema que se arma y desarma entre acentos y sonidos
que ondean y desgranan
en las
r
a
m
p
a
s (que descienden de aceras a calles poco transitadas
por voces inusadas)

El poema
buscador de centros inhallados
atisbador de todo cielo pleno
que aquel grande hambreó en la "unánime noche"
y llenó con la nocturnidad de palabras-soles más allá
mucho más allá
del ver desde el abajo el arriba eterno
más allá
de la primera grafía de ese "el (aleph")

El poema
esa magnitud del nombre


ARTE POÉTICA II (cf. en Poética Impar, "Arte poética I")

martes, 12 de mayo de 2009

Poema de Kelly Gavinoser (copyright, 2009)

Dije 3
y hubo toc + toc + toc
contra aldabas de puertas-cuentos-maravillas.
Dije 7
y hubo más de 7 “ “ “ “
en el mapa espacial
tiempo distante.
Dije 1
y Él dijo su nombre
y el mío
y me señaló el sendero
hacia el 1
la siempre maravilla.